Buscar este blog

Traductor

Lo mas visto

martes, 29 de diciembre de 2009

CRUCE DE LOS ANDES PATAGONICO EN BICICLETA Y EN BLANCO Y NEGRO

Patagonia en Bicicleta



El silencio nos domina, la incertidumbre del miedo a lo desconocido. Ninguno de los tres conoce el paso Carirriñe, ninguno imagina lo indócil del camino, ninguno cruzó los andes Patagónicos en bicicleta. Somos tres inexpertos armando bicicletas más alforjas en la Terminal de Junín de los Andes, repleta de mochileros que pasan y se ríen, de nuestro equipaje quijotesco. Es hora de irrumpir en las entrañas indómitas de la patagonia.


Primer día


Es tarde, casi las dieciocho. Pedaleamos 4Km. Por la RN.234, hasta pasar el río Curruhué, donde doblamos a la derecha y conectamos la RP.53, hacemos un par de fotos y nos olvidamos por un tiempo del asfalto. El terreno es un ripio desarreglado, pero nos deja pedalear y nos invita a la aventura. Cruzamos pequeños puentes de madera a punto de quebrar, por arroyos cristalinos, bandadas de bandurrias bayas nos acompañan al ritmo del clan-clan y la patagonia nos enseña su territorio salvaje. Llegamos a la RP. 62 (la del paso internacional Carirriñe). En la 62 predomina la arena volcánica, las ruedas se entierran y el terreno se hace más pesado. Llegamos a Gendarmería, nos hacen los papeles y seguimos pedaleando. Ya es de noche, pedaleamos en silencio. Solo se escucha el viento. La oscuridad, violentamente fría y dulce noquea para siempre nuestras almas, hay algo en esa situación que te hace sentir completo. Llegamos al lago Curruhué chico y acampamos.


Segundo día


Hacemos unos mates amargos a la orilla del Curruhué chico, mientras levantamos el campamento y armamos las bicicletas un amanecer nos lastima los ojos en voz baja. Seguimos por la RP 62, pedaleamos 23Km. de descenso y serpenteamos un bosque de pehuenes y la patagonia se desnuda y nos inquieta con sus soberbias vistas. Llegamos al lago Curruhé grande, compramos algunas cosas en la proveeduría del camping, nos damos un chapuzón y unos chicos, que acaban de pescar un salmón de 2 Kg., nos invitan al festín, salmón, manteca, pimienta negra y a la boca. Seguimos y nos cruzamos con otro y ya son mil los puentecitos de madera a punto de quebrar y nos encontramos con la intimidad profunda y silenciosa de la laguna verde, de costas bajas y arena volcánica. Los tábanos ávidos de carne humana nos embisten sin tregua, nos demuestran lo vulnerables que somos ante tanta naturaleza virgen. El terreno es un conjunto de gigantes rocas, troncos y arena volcánica, muy difícil de transitar, autos que no son todo terreno no podrían sobrevivir. Sufrimos lentamente el terreno y llegamos al Escorial, un manto de lava de 7,5km. De longitud. Las subidas son de 3 o más km. Imposible trepar, las cubiertas no se aferran y patinan. Subimos y no paramos de subir y los tábanos aprovechan la lentitud del ascenso para seguir dando vueltas por nuestras caras. Frenamos cada medio km. para recuperar fuerzas, pasas de uvas y agua con limón nos bastan para resistir. Dos horas de ascenso terminante y sentimos como testigo la libertad del inconfundible viento del descenso y descendemos y un zorro colorado nos persigue dulcemente salvaje. Llegamos a carabineros, hacemos los papeles, algunas fotos y ya somos extranjeros.

Gonzalo Prados