Conocí a Gonzalo Prados una noche en un bar.
Lo escuché hablando de las selvas de Perú y me llamó la atención su relato, le
puso vida. Desde ese momento, cada vez que lo veía le prestaba más atención. Un
hombre simple, humilde y con todas las ganas de conocer el mundo a través de su
cámara. Por eso no tuve reparos en darle mi primera entrevista a la revista
Anteojos, que él dirigía. Nos sentamos a conversar y se metió de lleno en la
piel de mi relato. Cómo, cuándo, dónde. Sus preguntas avanzaban más y más y yo
ya sentía en ese momento sus ganas de conocer la isla y la guerra como yo las
había visto.
A esa entrevista le siguió un asado en la
Asociación de Veteranos de Guerra del partido de San Martín. Gonzalo continuó
escuchando más historias de todos mis hermanos de armas y de la vida. De algún
modo, uno ya podía ver la lente de su cámara apuntado a Malvinas.
Y se le dio y ahí fue, a documentar los
nombres y las historias escuchadas. El cementerio de Darwin, dura imagen para
la vista, pero para su lente un punto de inflexión y un principio indemorable:
el de dejar retratados a los héroes que entregaron su vida sin pedir nada a
cambio. Luego, Pradera de Ganzo (para nosotros V.G.M), los primeros combates
duros de las islas, vistos por él desde otro objetivo: el de retratar, ahora
sin muertes, los momentos que se vivieron en esos días.
Guiado por nuestras voces y su entusiasmo, la
travesía siguió: Monte Kent, Dos Hermanas, Willians, Logndon, Tumbledon, Wirele
Rais, Sapper. En el recorrido de todas estas fotos puede verse lo que muchos no
conocen: las Islas Malvinas. Pero también puede identificarse un punto de vista
diferente, el de recorrerlas pensando en los soldados luchando por retener lo
nuestro, metro a metro, hasta llegar al grito de Viva mi Patria en el combate
cuerpo a cuerpo.
Así lo vivió con sus compañeros de Rugby sin
Fronteras. Los pueden ver a todos juntos, como a nosotros los soldados, hace ya
31 años… ellos también estuvieron en Malvinas, con su amor por la unión y la
paz que enarbolan con su cruzada.
Por todo esto, y por el cariño que le tengo a
Gonzalo, me enorgullece y me emociona formar parte de este libro.
Claudio Guasardi